sábado, 18 de junio de 2011

Del pecado y su símbolo


Amor,
Yo he mancillado las entrañas del árbol.
Las golondrinas volaron del alero
hacia extraños veranos.
Amor,
no repitas la plegaria del árbol
ni me digas amante.

El silencio del agua, desde el límite
de tu absurda presencia,
desparramó la ausencia de mis huecas palabras.

Maldigo entre las sombras, el espejo
que copia de mi boca su mueca descarnada,
y el polvo de mis huesos se mece en tus trigales
y de insomnio, ríe el alma.

Si he mancillado el árbol en su efigie
y bebo del licor de la amapola en su cráneo de mieles
si he hundido mi violento meditar inaudito
en el cielo de brumas que me cubre las sienes
si el huerto se estremece de mi propio cadáver
si el fuego me circunda,
si he bebido el venero de mi celeste arteria
¿Qué podría ofrecerte?

Después que fui contigo al Apocalipsis,.
se trastocó de hieles mi copa rebosante,
y después el andar, y el andar y después.
la muerte con su muerte…

No. Ya no podría serte.
¿No ves que la muralla, y el abismo y la hoguera
me separan del alma?

Amor, no repitas la plegaria del árbol
que me quema los ojos una lágrima tuya
y he de vencer la absurda fortaleza del llanto.

Amor,
no repitas la plegaria del árbol
ni me digas amante.

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