miércoles, 31 de agosto de 2011

Excecración de la materia

Crujiente, errante en medio del camino,
con la cruz abatida de mis brazos
caídos del altar de mi costado.
Sola y herida en medio del camino,
como un roble azotado por la tormenta,
sin la primera posesión del agua,
sin el último beso de la espera.

Sola, como en el páramo,
con la quietud de quien nada desea,
sin la inquietud de tu primer quejido,
viendo de las entrañas de los cardos
salir palomas, penetrar distancias;
viendo la cabalgata silenciosa,
fantasmal de las garzas emigrantes.

Como se desperezan mis serpientes,
Ay, mi selva interior, cómo me llama.

Quiero, aunque herida y azotada y breve,
un descanso de flores en la cripta
sin el último hedor de una osamenta
y con la fuente abierta del espíritu.

Basta de la materia sin estirpe
que el ídolo de oro, siempre es barro.
Nunca produjo en mi, llanto de histeria
Profundo anhelo ni emoción profunda.
Quiero quedarme así, como fui siempre,
con el delirio de alcanzar la Hostia,
sin la profundidad de mis cavernas
por lo tanto, sin ruidos y sin voces.

Sin la profanación de tu mirada.
que horada vientres desde la distancia
¿Es que tiene sus límites la idea
y el ansia puede conquistar el ansia?

Quiero dejarme estar, aunque me azote
la tempestad de tus orgías, cuántas,
ya no recuerdo cuántas veces fuiste
el despreciado espectro del deseo
en mi sueño, en mis ojos, en mis manos.

Ahora, ya no temo,
tengo de bronce puro mis colinas, y el alma,
con su túnel de misterios donde podría cobijarse tanto
se me ha ido esta noche, al presentirte.

Por último, la roca ¿ no es feliz
en su engranaje solitario y verde,
no la acarician las espumas pálidas
con su lengua infernal de sal y hierro?
Y ella, ¿no está llorando sabias lágrimas?
¿alguien la ha visto darse a las espumas?
Nadie.

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