Un matrimonio no siempre
bien avenido, sin embargo llega a conformar una perfecta simbiosis: Coquimbo,
La Serena.
Entrega mutua, y el cordón umbilical que los
une: el mar.
En esta imagen de síntesis y parquedad, de
analogías ausentes; incluso de comparaciones que nunca devienen resultados
felices; la propuesta lírica de sus hijos desde siempre ha enriquecido la
literatura Nacional.
El litoral del Norte Chico es un torbellino de
poetas mayores y menores. Gran parte del quehacer poético de la provincia
estuvo durante décadas soterrado. La voz de sus poetas avanzaba en puntas de
pie, silencioso. Esperando el momento que una lúcida preocupación cultural los
llevara a la superficie de las arenas, a los valles, desde las laderas a la emergencia
de mayores alturas. Ambición ancestral del hombre que se propone metas
cumbreñas -esperamos convencidos-.
Hay una raíz profunda que los jóvenes autores
suelen olvidar. Cierto es que hay oralidad antigua, el pensamiento transmitido,
pero también hay el descubrimiento del yo.
Los jóvenes tienden a cometer el gran pecado
por omisión o deliberadamente de fratricidio; ícaros desobedientes los poetas,
volando libres hacia el sol.
No deja de ser sorprendente, por lo inusual,
que un poeta joven, estudie y respalde el trabajo de sus pares y coterráneos.
Difundir una obra poética implica salvar más
de algún obstáculo, con el consabido complejo de culpabilidad del antologador,
al no incluir un mayor número de autores, y es seguramente lo que Javier del Cerro
debe sentir ante la responsabilidad de su elección.
A Samuel Núñez lo tengo presente hace mucho,
desde los primeros fulgores de su «Añañuca», la roja azucena del desierto.
Generoso divulgador de la poesía de sus lares;
el pionero tenaz, viviente en la poesía que lo invade, transmitiendo en sus
hojas el habla lírica de sus coterráneos; porfiado como la semilla escondida,
aguardando la garúa para florecer.
Más allá de la palabra encendida está la
esencia, la terrible desolación y el desamparo que vivimos los del norte y los
del sur cuando la más grande marea trató de sepultarnos a lo profundo de la
fosa azul del Pacífico.
TODAS
LAS NOCHES
LAS
CARCELES DEL MUNDO
DEJAN
DE SER CARCELES
Es verdad, nadie puede encarcelarnos...
¿O tal vez los sueños del hombre son producto
de la oscuridad más profunda?
El tono sentencioso, lárico a la manera
rilkeana, figurativamente para que se adivine, pervive en Samuel sin
distorsiones su voz, fiel a su vida y a su obra.
Recuerdo la «Estación Empalme», el corazón del
Coquimbo antiguo, la calle Aldunate. El tren traqueteando desde el norte
por la angosta trocha a duras penas para transbordar en La Calera y allí
bajaban los pasajeros, con sus bultos, sus sueños y la nostalgia a cuestas, a
la espera del otro tren que llegaba
altivo desde Valparaíso con rumbo a Santiago.
Los empalmes de Oscar Elgueta reviven
reminiscencias, se enseñorean por su poesía, con destino a una vida en el
perdido paraíso de la cotidianidad juvenil.
...suenan campanas
carrillones llaman velas goteando
corre
el cerote por el piso
una vía de escape tras los cerros
fugarse al viejo Hotel Ingles
...y esperando en el
empalme 17 siente que suena la madera con olor a raíces.
Suena la madera con olor a raíces
árboles y muros se perciben al aire
y tras
las hojas la muerte
que ronda callejones y quebradas
y se pasea por las calles del puerto
entre consignas
y garabatos se pasea
has soñado con cangrejos gigantes
que devoran al chacal asesino y loco
Los cuatro poetas de esta muestra antológica
nos entregan un corpus de habla eminentemente lírica, aunque a veces
fragmentaria.
No cabe duda que estamos en presencia de
valores cimentados en el esfuerzo y compromiso, consecuencia que los sitúa en
lo perdurable.
Stella
Díaz Varín
La Serena/
Santiago, diciembre de 1999
De el libro Poesía
Chilena Contemporánea, Coquimbo La Serena 1980- 2000 de Javier del Cerro
Estación empalme del antiguo Coquimbo y Samuel Núñez volándose los sesos. Idea: Julio Mundaca