Hubo una vez...
El amor enmudeció
los recintos de la memoria
Él
Era de las tristes partidas
De la última gota
Y fue escanciado en mi vaso
En el cauce
verdadero
Su palabra rodaba
Anticipando una mañana sutil.
Yo era el río
Mi amado
Era el dios joven y el auriga.
Yo era el
látigo.
La vibración
del aire
Entre los abedules
Hacía mal a sus oídos
Fustigar la mariposa -me dijo una vez-
Va contra las leyes de la estética.
No hay comentarios:
Publicar un comentario