sábado, 24 de septiembre de 2011

Cantos de Anadir [Canto primero]

Yo estaba como aquel a quien le han sido arrancados los ojos por una manada de serviles águilas. Y mi sangre entonces, era vertida en el pozo más oscuro de mi casa junto con el estiércol y las palomas muertas.

  Yo era aquel a quien servía de morada, la tumba de sus antepasados; –silvestre, como todas las tumbas silvestres.

  Yo era aquel a quien el amado confundió con una sola de sus caricias aprendidas de la esposa. Me venía por el costado un suave sopor, y me dormía queriéndola a ella, pensando en ella como en la primera amadora. Para mí, ella era él; entonces ya no sabía si mis venas eran mías o si mis dedos, recorrían verdaderamente mis muslos, deseando encontrar los poros, más debajo de la piel.

 Pero un día fui mío y me escurrí como un pez sediento hasta mi vientre, y estuve en él por largo tiempo nací.

   ¡Oh, extraña coincidencia! Me sentía suave y voluptuoso porque era el comienzo– y creí en esos instantes, que cada vez podría hacer lo mismo; era tan bello no compartir nada, no dar nada, aún cuando recordaba haber besado ardientes labios.

  Más, el amado repitió mi nombre durante varias noches y fue como si el hijo recién nacido, cantara una canción de cuna para su madre. Ya no lloraba, y si embargo tenía las cuencas salobres y prendidas de las comisuras.

  Anadir, agita tu mano blanca y aguda y dime si la noche, alguna vez dejará sus pisadas procelosas y habitará en tus ojos para siempre.

  Anadir, eres suave como el talle de una flor de esparto y puedes ser mía; te daré a beber inolvidables zumos y serás inmortal como tu amante. Ven, acerca tu aguda mano blanca hacia el nacimiento de mi cabello y sabrás cómo crece, bulliciosamente, como las cascadas y las hojas y la hierba perezosa del camino.

  Anadir, si te dijera que acabas de nacer junto conmigo me tendrías más confianza, pero ya ves, la fatalidad ronda mis puertas y no puedo mentirte, pero descenderé desde mis comienzos para estar contigo y podré besar tu ardiente mejilla. Entonces tu planta bailará sobre los cristales líquidos de la lluvia, y reirás como una niña recién parida.

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