viernes, 19 de octubre de 2012

Stella Díaz Varín, poeta órfica


La poeta Stella Díaz Varín, nacida en La Serena en 1926. Se traslada a Santiago para estudiar medicina (psiquiatría), incorporándose a la generación del 50 y a la bohemia santiaguina de aquel entonces.
Una poeta que se siente segura y orgullosa de sus imágenes y símbolos cómo principal herramienta estética para transmitir ese constante devenir entre obra y biografía. La emperatriz de los poetas videntes. Ella pone todo su énfasis en lo visual, en esa reconstrucción de paisajes que se aleja ostensiblemente de la retaguardista poesía española que quiere ser padre de la poesía chilena, y la poesía chilena, ladina e iconoclasta no reconoce su paternidad y se para de igual a igual frente a la lírica alemana, francesa e inglesa y solo reconoce el Big bang como padre y madre.
Su primer libro Razón de mi ser (1949) es la renovación de la permanente tendencia dominante en la poesía chilena. El poeta como vidente, el vate, la casta de los poetas sacerdotales. Buscaremos y señalaremos de qué manera se constituye el discurso Stelliano. Trece poemas, 667 versos, temas predominantes, símbolos universales, culturales y personales. 
La nomenclatura acotada por los sustantivo señalará nítidamente los principales campos semánticos expresados por Stella Díaz Varín.
Recordemos que Huidobro había muerto en 1948, prematuramente, existía ya una renovación estética, pero todavía la casta de los poetas órficos tenía el cetro de soberanía en la grandiosa y coqueta poesía chilena.
El primer poema Razón de mi ser, que le da título al libro, tempranamente se asocia a la veneración a la diosa, la gloria de la cornamenta, el culto a lo femenino, el matriarcado pacífico y agricultor. Es la gloria del eterno femenino. SER y Razón, serán las palabras claves que se develarán. Ser del sujeto empírico y lírico a un tiempo. Esa razón es su madre y lo femenino como motor y sustento del universo.
Palabras claves entonces: mujer, pechos, virgen, pezón, niña, novia e hija.
Los arquetipos, la edades: maternidad, madre e hija, el pecho-pezón mesiánico que amamanta-nutre a la niña hija. La virgen que media. La novia previa. La virgen previa.
“De la mujer que supo antes que Dios del clavo y del silicio”. Empiezan a concatenarse
los primeros referentes cristianos.
Hay ciertos guiños a la poesía chilena de los cuatro monstruos (Mistral, Huidobro, Neruda y De Rokha), tal vez la evidencia se hace patente en ciertos títulos razonablemente mistralianos en tanto el concepto, pensemos en Desolación y Ternura. Por otra parte, Razón de mi ser es editado en 1949, debemos suponer que aún está presente en la poesía y la conciencia de la poeta la muerte de un titán: Vicente Huidobro (1948). Inexorablemente Stella es la consecuencia y la fusión de los sujetos líricos y empíricos de los denominados cuatro monstruos. La clave mistraliana de Desolación y Ternura, la nomenclatura. La megalomanía huidobriana. El evidente saludo a Neruda ( poema dedicado ), y el fuego rokhiano, algo del fulgor del toro de fuego.
Ahora bien, generacionalmente hablando, luego de revisar su genealogía lírica, Stella se incorpora a la nutrida generación del 50, con Lihn y Teillier a la cabeza, Nicanor Parra permanece presente de la generación del 38. Stella rápidamente se emparenta con la bohemia imperante, sin embargo, no toma partido por los poetas coloquiales Parra – Lihn, sino más bien asume la tradición de los poetas órficos, aquellos que valoran la visión, el vaticinio, la imágenes. Las amasa y construye con una fruición adolescente y se siente reconfortada y plena con ellas. Recordemos Razón de mi ser ( 1949), Sinfonía del hombre fósil ( 1953), Tiempo, medida imaginaria (1959) y muy posteriormente, Los dones previsibles (1992), nótese la gran cantidad de años que mediaron entre los dos últimos poemarios. Mención aparte merece su extenso poema La arenera (1987).
Mientras su obra siga desconocida, ella solo será valorada por su nutrido anecdotario. Por otro lado, ha llegado el momento de leerla, de conocer su obra, que efectivamente tiene un destacado lugar entre la poesía chilena del siglo XX y XXI.



Shakti Kundalini 

miércoles, 10 de octubre de 2012

De cuerpo presente (Entrevista a Díaz Varín después de ser hija ilustre de La Serena)


¿Cuál fue su sentir ante este reconocimiento?

Más que un poco, demasiado ampuloso. La verdad es que nunca había visto que los regimientos y las bandas de guerra ocuparan el centro de una ceremonia y una ciudad. Con todo ese despliegue policial y militar. Tal vez sea por qué nunca he entendido estas cosas. Pensé que se iba a realizar una ceremonia en la municipalidad, más íntima, y no en la plaza.

¿Traía algo preparado?

Sencillas palabras de agradecimiento, y aunque en la medalla no venía mi nombre grabado, la agradezco igual. No era una clase magistral ni una cuestión académica lo que quería expresar. Yo soy una mujer modesta y simple. Las complejidades no van conmigo.

¿Tanto así?

Estoy sumamente agradecida y contenta, porque de algún modo es un aliciente para que la gente que se dedica  a la creación se empape de su propio fuego, más aún cuando lo hace en los lugares de su infancia, porque aunque uno se haya ido, la reconocen y le tienen cariño.

¿Y la medalla en sí qué representa?

Esta medalla es como una lápida. Me siento muerta porque creo que en este país (y no estoy hablando ni de una ciudad, ni de la provincia ni de la región), la gente reconoce a sus creadores después que han muerto. He recibido en este último  tiempo premios y reconocimientos en vida ... que creo que ya estoy muerta, y este último galardón es la lápida.

¿Tardó mucho este reconocimiento? ¿Acaso no hubiera sido más propicio en la gestión anterior?

No. Creo que La Serena no tiene que reconocerme ninguna cosa. Lo que una ha hecho toda su vida es lo mejor que ha podido hacer, no pensando en reconocimientos sino en un respeto hacia sí misma. Una ciudad es como una familia: si tú te portas mal o tu comportamiento es sucio, ello es recíproco a lo que tu ciudad te devuelve.

¿Algún proyecto inmediato?

Avalado por la Universidad de Oregón (Estados Unidos), y apoyando por el Fondart, se publicará próximamente mi libro "De cuerpo presente", el que será editado primeramente en inglés y posteriormente en español.

¿Y su temática?

Es un libro testimonial que abarca desde mis años de infancia en esta querida ciudad hasta el presente. Aquí, la ciudad ocupa un lugar preponderante, donde a través de muchas páginas rememoro. La Serena hasta el año 47, en un intento por destacar nombres y situaciones que han perdurado en mis recuerdos desde mi adolescencia.

¿Cómo definiría su trayectoria?

Muchas derrotas y pocos logros. No aspiro a un reconocimiento mayor, de allí que esta medalla la reciba y valore en profundidad. 


martes, 9 de octubre de 2012

II

         Soledad vertical de cada espiga
Tiempo en el aire poblado de gestos
Por el don previsible.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

XI


                Lo atormentaba
mi cosecha de sueños antiguos
Pero yo fui la savia
Que lo nutrió en su adolescencia.

                Ese
El que yo amaba
Cantó el canto de las aves pasajeras
Yo
Edifiqué los aires
para verificar la voz de la zampoña.

martes, 11 de septiembre de 2012

Sinfonía del hombre fósil


I
            Desde un mundo de carbón vegetal, me levanto,
como empujada ola, compañero.
Me vibran las acústicas marinas
y enhebro el silencio de la greda,
y escupo a la muerte por encima del hombro.

            Pero nada es igual dentro del agua
sino el agua y el pez dentro del agua.

            Si a cada día, si a cada espacio vengo,
por la noche mis manos enloquecen,
y el vértigo fustiga la horadada simiente.
No sólo el ritmo es propensión al canto,
pues entonces la muerte
no podría tener un significado de vocales.

            El paso se acostumbra al silencio
como el agua a los muelles,
y voy cantando risas a olvidadas aceras
con detalles ambicionados por la nieve.
¿A qué viene entonces el deseo de sentirse viva?
-Así es una niña azul en su traje de verano-.
Yo tengo una cabellera de yodo
y en cada ojo un barco con forma de mirada,
y asida a un mástil sin cuidado fumo
mi cachimba de hierbas suburbanas,
y en un sonoro vientre mi corazón apoyo
y a oscuro corazón mi corazón allego.

            Soledad, me acostumbro a diversas costumbres.
Eternamente verde, muerta en el alga verde,
y el sudor de los vinos agotados, me ciñe
y abandono deseos vertebrales.

            En corporales nieblas,
me desvisto de sal y resinas oscuras
y asisto al panorama de besos y crujidos
y a latitudes verdes me incorporo.

            Amigo, ya lo sé.
Dejaré al tiempo saber su estación olorosa.
El habitante de mi sangre no está conmigo ahora.

            Iba con su hombro izquierdo en dirección al norte
y la piel erizada y oculta prometida a la pampa roja.
Ay astro mal herido por el día,
desde tu corazón te he suicidado
ayudada por tu propia luz.
El habitante de los cristales no está conmigo ahora.
A qué venir entonces a medir el espacio con el hueco de los ojos.
El habitante de mi sangre no está conmigo ahora.

            Desde donde la luz inicia la distancia,
desde los puros astros montañeses,
oigo tu voz de aletargado vino,
tu esencial continencia de agua dura.
Y no soy yo en el fuego devorando crisoles
y no estoy en la fécula de sabor prohibido
ni en la silenciosa multitud.

            Y así, entre advenedizos y distantes,
desastillando la mano del leñador junto a su único árbol derribado.
El habitante de mi sangre no está conmigo ahora.

            Su misteriosa voz de océano,
su labranza de anillos,
su escondida raíz,
su pétrea contextura,
su esmerilada boca de diamante
agoniza en la tierra su secreto;
en ahogados espasmos de vertientes inéditas
-claras constelaciones subterráneas-
siderales ramajes suspendidos en el viento del sur.

            Ay compañero;
tu rasgada piel de animal quebradizo,
ay, hombre, muriendo e inconcluso,
hombre de intentos pétreos,
de prohibidas féculas candeales.
¿De qué espiral renacerá tu canto,
de qué aullido infantil se hará tu corazón?

            Qué importa tu experiencia de abdomen
envejecido y virginal,
qué tus huesos florecidos,
qué tu angustia de cineraria seminal.

            Yo me levanto
sobre tu semblante de alga seca
y avizoro olas escasas de pelaje marino,
y a verticales sombras verticales me uno
como a su sombra, un ahorcado suspendido de noche.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

La Arenera



               Crónica. Dos de febrero.
Cinco centímetros de columna
A nadie le dice nada
Que una anónima arenera...

                Mal gusto del periodista
Por tal condimento a la hora del almuerzo
Mal gusto de la muerte
Sonrisa endemoniada de la vida
Una mujer arenera...

                Diez uñas
Y el silencio
Para escarbar milenios.
Pagado y miserable
Cuatro pesos el metro cúbico:
Ripio arena y sangre
Para la construcción del Caracol
Cuatro pesos
El metro lineal de alimento sudoroso

                Monedas apagadas de sonido
Cara de la Miseria
Sello de la vergüenza.

                La firma constructora:
Cuatro millones
Mil y más mil dólares se necesitan
Ya vamos llegando
Un poco más de fuerza y ya estaremos
Cómo no aprovechar la mano de obra
Si por vez primera no cuesta nada
Cuarenta y mil siglos la Arenera
Con sólo diez uñas y el silencio.

                Flor se llamaba.
Nada más que una crónica
Un suelto de noticia cotidiana.

                Flor María Beltrán
Y dieciséis años
En los brazos de Julio
Vivientes
En la población "Lo Amor"
Qué coincidencia
Cinco bocas
Menos mal que sólo cinco bocas
Cinco bocas asociadas con el hambre
Una ligera operación aritmética
Y tenemos
Algunos pares de zapatos metafísicos
Una que otra vez
Uno con otro
Una que otra vez el andrajo colorido
Una que otra vez el mendrugo
El jergón, la Eucaristía.

                En el río Mapocho
Llegó a puerto la Flor
Dieciséis años
Recalando en puertos de pasada
En aguas turbias
Resacas, mareas.
Una que otra sonrisa entre la nada
Dieciséis años en los brazos de Julio.

                No la ayudó
La arena decantada
No la ayudó
El rodado cantar
De la piedrecilla volandera
Bajando los pendientes
Las promesas.

                No la ayudó Julio
A pocos pasos de impotencia
No la ayudó la esperanza
De cinco bocas esperándola
Las cinco esperas hambrientas
Repetición de ojos oscuros
Abiertos al miedo
Bofetón impotente al firmamento
Puño encerrado y maldiciente
A la estrella perdida.

                Mala suerte la vida, Flor Beltrán
Muy lejos tu sonrisa tu esperanza
Ese lejos
Cuando la primavera diseñó tu cintura
Ese tan lejos
De la palabra coincidente
Ese más lejos
Cuando Julio Cifuentes
Enterneció la "mejora" con sus besos
Ese presente -lejos
Cuando la vida Mentirosa por cierto
Encendió tus pupilas
Y se afincó en tu vientre
Durante cinco veces
Para después de un tiempo
No el justo, no.
Tus diez dedos sin uñas, tus silencios
Tus cinco bocas ávidas
Tu Julio
Los tragará la arena, tu alimento.

                Flor María Beltrán
Compañera arenera sin palabras
Sin títulos, sin zapatos
Con la misma pollera
Te sepultó el más grande de los derrumbes.

                En tus pestañas, en tus crenchas
Florecen las arenas. 

miércoles, 29 de agosto de 2012

Carta de navegación


Un matrimonio no siempre bien avenido, sin embargo llega a conformar una perfecta simbiosis: Coquimbo, La Serena.
 Entrega mutua, y el cordón umbilical que los une: el mar.
 En esta imagen de síntesis y parquedad, de analogías ausentes; incluso de comparaciones que nunca devienen resultados felices; la propuesta lírica de sus hijos desde siempre ha enriquecido la literatura Nacional.
 El litoral del Norte Chico es un torbellino de poetas mayores y menores. Gran parte del quehacer poético de la provincia estuvo durante décadas soterrado. La voz de sus poetas avanzaba en puntas de pie, silencioso. Esperando el momento que una lúcida preocupación cultural los llevara a la superficie de las arenas, a los valles, desde las laderas a la emergencia de mayores alturas. Ambición ancestral del hombre que se propone metas cumbreñas -esperamos convencidos-.
 Hay una raíz profunda que los jóvenes autores suelen olvidar. Cierto es que hay oralidad antigua, el pensamiento transmitido, pero también hay el descubrimiento del yo.
 Los jóvenes tienden a cometer el gran pecado por omisión o deliberadamente de fratricidio; ícaros desobedientes los poetas, volando libres hacia el sol.
 No deja de ser sorprendente, por lo inusual, que un poeta joven, estudie y respalde el trabajo de sus pares y coterráneos.
 Difundir una obra poética implica salvar más de algún obstáculo, con el consabido complejo de culpabilidad del antologador, al no incluir un mayor número de autores, y es seguramente lo que Javier del Cerro debe sentir ante la responsabilidad de su elección.

 A Samuel Núñez lo tengo presente hace mucho, desde los primeros fulgores de su «Añañuca», la roja azucena del desierto.

 Generoso divulgador de la poesía de sus lares; el pionero tenaz, viviente en la poesía que lo invade, transmitiendo en sus hojas el habla lírica de sus coterráneos; porfiado como la semilla escondida, aguardando la garúa para florecer.
 Más allá de la palabra encendida está la esencia, la terrible desolación y el desamparo que vivimos los del norte y los del sur cuando la más grande marea trató de sepultarnos a lo profundo de la fosa azul del Pacífico.

TODAS LAS NOCHES
LAS CARCELES DEL MUNDO
DEJAN DE SER CARCELES

 Es verdad, nadie puede encarcelarnos...
 ¿O tal vez los sueños del hombre son producto de la oscuridad más profunda?
 El tono sentencioso, lárico a la manera rilkeana, figurativamente para que se adivine, pervive en Samuel sin distorsiones su voz, fiel a su vida y a su obra.
 Recuerdo la «Estación Empalme», el corazón del Coquimbo antiguo, la calle Aldunate.             El tren traqueteando desde el norte por la angosta trocha a duras penas para transbordar en La Calera y allí bajaban los pasajeros, con sus bultos, sus sueños y la nostalgia a cuestas, a la espera del otro tren  que llegaba altivo desde Valparaíso con rumbo a Santiago.
 Los empalmes de Oscar Elgueta reviven reminiscencias, se enseñorean por su poesía, con destino a una vida en el perdido paraíso de la cotidianidad juvenil.

...suenan campanas
carrillones llaman velas goteando
corre
el cerote por el piso
una vía de escape tras los cerros
fugarse al viejo Hotel Ingles

...y esperando en el empalme 17 siente que suena la madera con olor a raíces.

Suena la madera con olor a raíces
árboles y muros se perciben al aire
y tras
las hojas la muerte
que ronda callejones y quebradas
y se pasea por las calles del puerto
entre consignas
y garabatos se pasea

has soñado con cangrejos gigantes
que devoran al chacal asesino y loco

 Los cuatro poetas de esta muestra antológica nos entregan un corpus de habla eminentemente lírica, aunque a veces fragmentaria.
 No cabe duda que estamos en presencia de valores cimentados en el esfuerzo y compromiso, consecuencia que los sitúa en lo perdurable.
Stella Díaz Varín
La Serena/ Santiago, diciembre de 1999 

De el libro Poesía Chilena Contemporánea, Coquimbo La Serena 1980- 2000 de Javier del Cerro

Estación empalme del antiguo Coquimbo y Samuel Núñez volándose los sesos. Idea: Julio Mundaca 

viernes, 24 de agosto de 2012

X


           Hubo una vez...
El amor enmudeció
los recintos de la memoria
            Él
Era de las tristes partidas
De la última gota
Y fue escanciado en mi vaso

            En el cauce verdadero
Su palabra rodaba
Anticipando una mañana sutil.

            Yo era el río
Mi amado
Era el dios joven y el auriga.
            Yo era el látigo.

            La vibración del aire
Entre los abedules
Hacía mal a sus oídos
Fustigar la mariposa -me dijo una vez-
Va contra las leyes de la estética. 

martes, 15 de mayo de 2012

Advenimiento



Una cruz dibujada con perfiles de sombra.
Está mi cabellera ligeramente absorta
cubriéndole el estiércol a los ojos del mundo.
Está mi arquitectura de raíces informes
ahuyentando a los cuervos, dominando el silencio
y esperando su hora.

Ay, hombre de los ojos y de las manos raras,
me gusta tu demencia más que tus reflexiones.
Dime que soy la hembra de un búho alucinado,
que de contar estrellas dormidas, quedó ciego.

¿Qué quieres de mi pobre manantial escurrido?
¿Qué quieres, si ya sabes repetir mi palabra?
Un gesto de mi mano sabe cantar tu angustia:
un gesto de mi mano, sabe domar tus ansias.

Hombre de las inquietas pupilas de aceituna,
capitán de las rojas carabelas del alba,
sabes que el Alfarero me hizo triste, ¿qué quieres?
Yo no sabía entonces que iba tener un alma.

Llegó un luna roja con sus ojos hundidos
a besar a los cardos.
Murió un cuervo esa noche,
y empezó mi jornada.
Ya ves, que de repente puede haber una noche,
puede morirse un cuervo.
Ya ves, que de repente puedes contar las larvas
que beben en la cuenca vacía de tus ojos.

Llegó una luna roja con sus ojos hundidos
a fabricar los peces.

Yo estaba en ese instante en la madera. El leño
crepitaba de rabia porque estaba conmigo,
yo estaba en la madera,
y era el leño era mi amante.

El Alfarero vino, tomó un trozo de fuego
y modeló mi entraña.
después, apasionada y silenciosamente
dibujó mi sonrisa
que es esta mueca absurda que me forma la cara.

¿Qué quieres, pues?
Ya estoy como yo lo quería...
Ah, me olvidaba, ¿sabes?
De la primera nota de la flauta del viento
fue modelada mi alma