miércoles, 7 de diciembre de 2011

Obra reunida de Stella Díaz Varín

Editorial: Cuarto Propio.
Fotografía portada: Leonora Vicuña.
Libros reunidos: Razón de mi ser, Sinfonía del hombre fósil, Tiempo, medida imaginaria, La Arenera y Los Dones previsibles.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Cantos de Anadir [Canto tercero]


Hoy he cruzado una calle, donde los niños huelen a viejos trapos en desuso y, donde cuya única bebida es el agua pútrida que almacena la calle incolora.
  Las gentes seguían mi paso de sabio bailarín adolescente y miraban mi vestido… Una sensación de abandono y sueño se apoderó de mis ojos y no miraba ya, sino esas extrañas figuras fosforescentes que el párpado encierra en la obscuridad y que tan confidencialmente nos regala, como un presente de sombras.
  Para ir a ver al herrero, muchas veces he cruzado la misma calle, y los niños y los perros me siguen, y los gatos abandonan su propio calor para excitarme con su morbidez las pantorrillas.
  Y vi al herrero Anadir. Estaba él con su casaca de piel y su brazo, largo como un péndulo, oscilando el garfio de la fragua; sus ojos verdes tan grades como su frente y oblicuos, miraban la llama roja que iluminaba su pecho y sus hombros. Es casi un niño y es alto y magro como un pobre árbol pobre.
 
El herrero es mudo Anadir, y no tiene sino, sus ojos para conversar, y como sus ojos son tristes y están siempre fijos en el fuego, yo creo que el herrero se quedó mudo voluntariamente, porque su mirada no juega ni parlotea como la mirada de los hombres vulgares que yo veo en las esquinas, a la salida de la iglesias, o en las tabernas, donde bebo mi vino por las noches.
  Cuando él duerme con las manos bajo la nuca, sin sacarse la pelliza, sueña con sus grandes cuencas verdes, en las herraduras brillantes y blandas con que adorna los cascos de los potros voladores. Una cabalgata sonora lo lleva lejos y él va con su cuadriga, por los caminos estrellados, en busca del fuego que no se consume, más allá de la vida, a errar en la eternidad.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Cantos de Anadir [Canto segundo]


  Como si después de tanto tiempo, no pudiera seguir existiendo Anadir. ¿Acaso cada cosa que sucede, no significa el destierro de un mero corazón, apenas comenzado?

  Desde tu ausencia me he arrebatado de mar, me hundo en la arena tibia, como en tu cuerpo; te diviso, más que te imagino, sobre la última ola azul. Siempre vas precedida de puertos y de mástiles y de extraños barcos silenciosos, y un coro ronco de marineros se sumerje contigo en e oscuro seno movedizo. Entonces la tristeza y la soledad hacen presa de mi, y me revuelco como un pez despreciado y moribundo.

  ¡Ay, si la ola negra de tu cabellera me sepultara, y vivir pudiera en mares desconocidos, donde el almizcle y el yodo tiñeran mi piel y bebiera el sudor angustioso de la esclavitud!
  Más que la muerte que conocemos y está en nosotros, deseo la vida ignorada, más allá del mar y sus emanaciones, más allá de la montaña y sus nieves, más allá del fuego y su lengua amiga y acariciadora.
  Qué sería de mi si el espíritu del mal huyera de mi lado y no pudiera poseerte, Anadir:
  Partiría mi sien derecha con una roca, para que los pájaros marinos bebieran en mi cráneo y pudieran hablarte, cuando te paseas en el horizonte, con tu coro ronco de marineros borrachos de muerte.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Cantos de Anadir [Canto primero]

Yo estaba como aquel a quien le han sido arrancados los ojos por una manada de serviles águilas. Y mi sangre entonces, era vertida en el pozo más oscuro de mi casa junto con el estiércol y las palomas muertas.

  Yo era aquel a quien servía de morada, la tumba de sus antepasados; –silvestre, como todas las tumbas silvestres.

  Yo era aquel a quien el amado confundió con una sola de sus caricias aprendidas de la esposa. Me venía por el costado un suave sopor, y me dormía queriéndola a ella, pensando en ella como en la primera amadora. Para mí, ella era él; entonces ya no sabía si mis venas eran mías o si mis dedos, recorrían verdaderamente mis muslos, deseando encontrar los poros, más debajo de la piel.

 Pero un día fui mío y me escurrí como un pez sediento hasta mi vientre, y estuve en él por largo tiempo nací.

   ¡Oh, extraña coincidencia! Me sentía suave y voluptuoso porque era el comienzo– y creí en esos instantes, que cada vez podría hacer lo mismo; era tan bello no compartir nada, no dar nada, aún cuando recordaba haber besado ardientes labios.

  Más, el amado repitió mi nombre durante varias noches y fue como si el hijo recién nacido, cantara una canción de cuna para su madre. Ya no lloraba, y si embargo tenía las cuencas salobres y prendidas de las comisuras.

  Anadir, agita tu mano blanca y aguda y dime si la noche, alguna vez dejará sus pisadas procelosas y habitará en tus ojos para siempre.

  Anadir, eres suave como el talle de una flor de esparto y puedes ser mía; te daré a beber inolvidables zumos y serás inmortal como tu amante. Ven, acerca tu aguda mano blanca hacia el nacimiento de mi cabello y sabrás cómo crece, bulliciosamente, como las cascadas y las hojas y la hierba perezosa del camino.

  Anadir, si te dijera que acabas de nacer junto conmigo me tendrías más confianza, pero ya ves, la fatalidad ronda mis puertas y no puedo mentirte, pero descenderé desde mis comienzos para estar contigo y podré besar tu ardiente mejilla. Entonces tu planta bailará sobre los cristales líquidos de la lluvia, y reirás como una niña recién parida.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Stella Díaz Varín (prólogo de los Dones previsibles)

Aunque Stella me pida que no escriba sobre ella sino sobre su poesía , haré las dos cosas en una, ante la imposibilidad de separar­las. Si no conociera a la autora de Los dones previsibles no sé bien cómo los interpretaría. Porque somos amigos, releyendo la brevedad de sus obras completas -cuatro libros con el presente- los versos de Stella me "suenan", me resultan angustiosamente familiares.
La voz de Stella es fiel a sí misma. Subrayo esa palabra para agregar que la mayor parte de los poetas de mi generación enten­díamos la poesía como canto, en primer lugar y sólo en segundo como escritura. En el poema hablaba, una primera persona que debía robarse con su voz todas las películas, empezando por la Biblia. El hablante más bien cantante, de los versos, debía ser "antipoeta y mago" -Huidobro-; heroico y multitudinario -de Rokha-; un mito -Neruda-. Stella Díaz Varín, no bien reconocida la necesidad de te­ner una voz propia y resonante y, en ella, "la razón de mi ser", in­tentó diferenciarla con una violencia específica e hizo de ella una leyenda turbulenta. La reconozco en este nuevo libro ante todo cuando en "Albedrío" contrasta y sobrepone su yo al yo de los de­más, en el modo imperativo:
"Ahora respóndanme / con una mano enguantada / A flor de corazón / Cuál es la fecha exacta / Entre Aldebarán y Andrómeda / El día en que los cuervos / Cosechen lo suyo / Entre la más grande estampida/ De todos los tiempos. Amén".
La voz, que quizá se hace oír en versos largos y acumulativos, es imperiosa, arbitraria y, con la palabra amén, el sujeto de una cierta profanación. Supongo que la concordancia exigiría será por es en los versos citados, seguido por el presente del subjuntivo: cosechen, pero la forma correcta o incorrecta en que están usados los verbos, acen­túa el tono volitivo de la estrofa, que se apoya en la gesticulación más que en el sentido. Esta prerrogativa de la gesticulación tiene que ver con la preeminencia de la voz y de la imagen en el canto poético.
    Así pues Stella era, es, una tenebrosa cantante desconsolada y también frenética, orgullosa de sus imágenes y negligente en relación al sentido de su canto.
Algunos de nosotros, estimulados por el ejemplo de Nicanor Pa­rra, nos alejamos rápidamente de ese tipo de poesía -del hipnotismo de las Residencias de Neruda, del gigantismo de De Rokha- Stella, no. Hasta el día de hoy sus mejores versos ("Y un horizonte/ don­de aprendí a reverberar /con el último rayo de sol sobre las aguas") son autoreferenciales. Adornos de la propia persona retorizada, que es la máscara del poeta.
En el teatro de la palabra, sola contra el mundo, esa figura en primera o tercera persona, es una especie de Cristo maldito que Camina sobre las aguas: "Inefable como Dios cuando quiere ser hombre".
Esta imagen del poeta, la afición a la magia del lenguaje asociada a la realidad como acto verbal imperativo y otras características, delatan aquí -con la desvergüenza al uso de mi generación- cuentas pendientes con el romanticismo, el decadentismo y el simbolismo.
Nuestra poesía en "estado natural", sin necesidad de cultivarse o, quizá, porque así cultiva su despreocupación por el razonamiento y por el mundo, re-cita, en el espacio de la voz, lejos de los libros, lo que, en el decir de Octavio Paz, es su definición misma: "Y siendo ritmo es imagen que abraza los contrarios, vida y muerte en un solo decir. Como el existir mismo, como la vida que aún en sus momentos de mayor exaltación lleva en sí la muerte, el decir poético, chorro de tiempo, es afirmación simultánea de la muerte y la vida".
Asocio los cantos de Stella al estado de gracia y de desgracia en que morimos o sobrevivimos los jóvenes de mi edad, hace mucho tiempo.
Enrique Lihn, enero 1988.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Texto inédito de Stella Díaz (Borrador II)


Hay un cúmplase para el sueño del hombre
No es finiquito sino el comienzo
De toda precaria existencia humana
No solamente me remito a los seres antiguos
Me elevo sobre las mismas cumbres
Para sentir el olor de los espinos
Me hundo en lo mas hondo
De las quebradas inaugurales
Y me remonto de repente como un caballo alado
Por sobre el más lúcido pensamiento del hombre
¿De que hombre?

Pienso en Enrique Lihn, en Jorge, en Alfonso, en Rolando,
En todos los hombres que alguna vez me reconocieron,
Que reconocieron mis venas y mi saliva,
Pienso en lo que significo la estancia tan efímera
De mis camaradas, de mis compañeros,
Estancia tan efímera de la que soy una sobreviviente.
Quiero cruzar este río verde, más allá del río
Quiero estar en lo hondo del valle precedido,
Quiero estar también en la pequeña flor.

Yo sé que estoy en el gran temblor de la tierra
Para inaugurar los otoños, pero no las primaveras.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Excecración de la materia

Crujiente, errante en medio del camino,
con la cruz abatida de mis brazos
caídos del altar de mi costado.
Sola y herida en medio del camino,
como un roble azotado por la tormenta,
sin la primera posesión del agua,
sin el último beso de la espera.

Sola, como en el páramo,
con la quietud de quien nada desea,
sin la inquietud de tu primer quejido,
viendo de las entrañas de los cardos
salir palomas, penetrar distancias;
viendo la cabalgata silenciosa,
fantasmal de las garzas emigrantes.

Como se desperezan mis serpientes,
Ay, mi selva interior, cómo me llama.

Quiero, aunque herida y azotada y breve,
un descanso de flores en la cripta
sin el último hedor de una osamenta
y con la fuente abierta del espíritu.

Basta de la materia sin estirpe
que el ídolo de oro, siempre es barro.
Nunca produjo en mi, llanto de histeria
Profundo anhelo ni emoción profunda.
Quiero quedarme así, como fui siempre,
con el delirio de alcanzar la Hostia,
sin la profundidad de mis cavernas
por lo tanto, sin ruidos y sin voces.

Sin la profanación de tu mirada.
que horada vientres desde la distancia
¿Es que tiene sus límites la idea
y el ansia puede conquistar el ansia?

Quiero dejarme estar, aunque me azote
la tempestad de tus orgías, cuántas,
ya no recuerdo cuántas veces fuiste
el despreciado espectro del deseo
en mi sueño, en mis ojos, en mis manos.

Ahora, ya no temo,
tengo de bronce puro mis colinas, y el alma,
con su túnel de misterios donde podría cobijarse tanto
se me ha ido esta noche, al presentirte.

Por último, la roca ¿ no es feliz
en su engranaje solitario y verde,
no la acarician las espumas pálidas
con su lengua infernal de sal y hierro?
Y ella, ¿no está llorando sabias lágrimas?
¿alguien la ha visto darse a las espumas?
Nadie.

lunes, 20 de junio de 2011

Homenaje

 Encontrarse a vuelta de esquina frente a frente con el grito desgarrado de la fábula rebelde… ¡Peligro!, con el sopor alcoholizado de una antigua y recordada cabellera… ¡Peligro! Estrellarse con la historia manoseada del Chile del 50 y huir de su aparato migrante hacia otro mundo de cocinas y cadenas de pobreza silenciosa.

Cuenta la leyenda que si dices tres veces el nombre de Stella en el baño de un bar frente al espejo quebrado donde ya nadie puede verse, la poeta aparece declamando groserías irrepetibles contra todo lo establecido, particularmente en esta ciudad de La Serena…

Contrastar la pobre imagen de corona blanquecina con esos mitos urbanos que nunca se detienen… La socialista candente de puñetazo en ristre, casi “la vieja que se los tiró a todos”, con esa lágrima seca que nadie verá escurrir por los callejones de esta ciudad.
¡Cayó una bomba en La Serena de 1926! Y la sintieron apenas ochenta años después, cuando todos los ecos, cuando todos los plazos y las plazas se llenan de próceres dignos de escupitajos sangrientos, y todas las pensiones del mundo no servirían para traernos de vuelta a esa mujer, que a punta de reivindicaciones auto referentes de unos y otros, se quedará en la historia para aliñar el aburrido y decadente panorama poético de nuestras nubladas tierras… ¡Quizás por eso pocos supieron, quizás… por la vaguada costera!

“Encontrar la palabra” para los que despliegan sus labios verborreicos contra los homenajes, y cantarle a la anciana adolorida de gaznate aguardentoso para calmar la sed de una justicia poética que llega siempre demasiado tarde… ¡Quizás!

Se nos incendia el mal amor de las despedidas, se nos cae la vergüenza por todos los bares donde no se encuentran más que tristes borrachos que no te conocieron… Y otros que quisieron poseerte para orgullo y orgasmo en sus postales fotográficas de aire.

Ya no se hacen ni nacen mujeres como esas… Parece que, como decía un loco, “algo le están echando al agua”. El plástico y el mercado nos traen rojas cabelleras satinadas al estilo de todas las estrellas, pero ninguna como ella, ninguna de verdad y vuelo, ninguna que cantara y cocinara a la vez olvidando por momentos a su momia que ya no le seguía el tranco, y que se moría a cada sorbo de villanía y trasnoche.

Y entonces por qué no encontrarnos en la huella del vino, entonces por qué no acordarnos de la que fue mientras estuvo, de la que creímos ver desde nuestros asientos miserables en esta penosa función provinciana que es el paso del rebaño tras las verdes veranadas de las instituciones…

Cómo estarás riendo desde tu macro mundo descarnado, cómo estarás esperando ebria las publicaciones y póstumos galardones que ya no podrás disfrutar… Cómo recordarás a quienes no te quisieron y reirás por los que si lloraron tu partida…Cómo…

Hasta aquí los cantos funerarios y que venga el carnaval de los desvergonzados, hasta aquí las gracias de los convocantes para los esquivos públicos poéticos…
¡Bienvenidos y buenas noches transeúntes de la escala humana, la tertulia abre sus puertas para que los cobardes cierren sus ventanas!.

 Este texto fue escrito para un homenaje a Stella Díaz Varín, a fines del año 2008, y que por razones logísticas y falta de apoyo, no vio la luz. Finalmente pudo ser leído en un evento convocado por el Colectivo Poético Matra, en el mes de marzo de 2009, en la Sociedad de Escritores de Chile, Santiago.

sábado, 18 de junio de 2011

Datos para un dibujo

     Enfrente,
-Hay que considerar mi punto de vista-
A un costado
Como quien
Mira hacia el mar...
Este es un mapa
Construido al desgaire.
Enfrente, -como les decía-
Hay un mausoleo de nichos hormigueantes.

    En las paredes
Solas de mi casa
-Uno le llama casa
A quien lo contiene-
En esta mi casa,
Desde sus paredes iracundas
Me miran a los ojos
Los parientes cercanos.

    El tigre desde su marco
Habla a mi pensamiento
Y saca las uñas.
Otro retrato de familia
Es un ombú.

    De tarde en tarde
Suelo asomarme a la ventana
Para disipar el estío interior
En el reverbero conocido
    Quiero  explicarme...

    Ocurre que siempre me gustó
jugar a los jardines
Alguna vez...

    Alguna planta habrá-coincidimos
Que armonice con nuestro deseo
No advertimos
Que era sólo un deseo
Para homenajear a la primavera:

    Un arbusto de hibiscus,
 Una trinchera de maitenes temblorosos
O verdes agujas cimeras
Entrelazando nidos
Y un prado
De golondrinas transparentes.

    Los postulados
No siempre se cumplen.

    Me resigno.
Sin conceder piedad a los recuerdos
Me asomo a esta pequeña ventana
Y entono con los niños
Un canto de aquilegias
   
    A un costado de la tarde
Hay un mausoleo
De nichos hormigueantes
A la vista y paciencia
De los vecinos indiferentes.


Del pecado y su símbolo


Amor,
Yo he mancillado las entrañas del árbol.
Las golondrinas volaron del alero
hacia extraños veranos.
Amor,
no repitas la plegaria del árbol
ni me digas amante.

El silencio del agua, desde el límite
de tu absurda presencia,
desparramó la ausencia de mis huecas palabras.

Maldigo entre las sombras, el espejo
que copia de mi boca su mueca descarnada,
y el polvo de mis huesos se mece en tus trigales
y de insomnio, ríe el alma.

Si he mancillado el árbol en su efigie
y bebo del licor de la amapola en su cráneo de mieles
si he hundido mi violento meditar inaudito
en el cielo de brumas que me cubre las sienes
si el huerto se estremece de mi propio cadáver
si el fuego me circunda,
si he bebido el venero de mi celeste arteria
¿Qué podría ofrecerte?

Después que fui contigo al Apocalipsis,.
se trastocó de hieles mi copa rebosante,
y después el andar, y el andar y después.
la muerte con su muerte…

No. Ya no podría serte.
¿No ves que la muralla, y el abismo y la hoguera
me separan del alma?

Amor, no repitas la plegaria del árbol
que me quema los ojos una lágrima tuya
y he de vencer la absurda fortaleza del llanto.

Amor,
no repitas la plegaria del árbol
ni me digas amante.

Epilogo de Tiempo, medida imaginaria



 Tiempo soberano, eterno y fecundo, como las mieles que saboreo –recuerdo ingrato y dulce- dueño Tiempo, que anuncias la soledad, como ciertas aves la lluvia; monzón, donde clava la espuma su regusto sudoroso de ahogados y vencidos. 

 Tiempo –marea, yugo y libertad. Cuando colmas la vida de silencio y conminas al ánimo contra la verdadera dicha, que es efímera, cuando en tus ríos, que la pupila desvanece en loco intento de conservación se yergue tu indecisa figura, me basta sólo recurrir a los elementos que la noche aconseja y golpeo tu faz, demacrada por los amaneceres

 Porque he descubierto que, agazapado –amante celoso que acaricia y entretiene mi sueño- lloras sobre la cabellera y te deleites, adivinando la pupila que mira hacia paisajes que no te pertenecen, porque te dispones a matar.

 Aún no me harás besar la tierra, porque me estoy ejercitando como los sauces jóvenes, he aprendido a beber el agua desde los ojos mismos de la tierra y a mirar hacia abajo, sin conocer el vértigo que produce la cercanía de la Osa Mayor.

 Para mirarte y comprender tu reputación de seductor, debo mirar a la lejanía de los caminos, donde se bifurcan los caminantes, ajenos a tu poder, hacia la comarca de los párpados entornados.

 Así te perderé de vista y no escucharé tus lamentaciones, porque me habré librado de tu presencia.

Adiós a Stella Díaz Varín

Para su hijo Rodrigo y sus nietos, para Claudia Donoso, Elvira Hernández, Leonora Vicuña, Nadia Prado, Andrés Morales y Roberto Contreras.


Partió al País de Nunca Jamás, la Reina de los Sirlos como la llamó Virginia Vidal, la musa de la Mandrágora, la Princesa del célebre grupo literario "El Zócalo de las Brujas". Se fue como parte una gaviota hacia el horizonte o como una estrella que vuelve a una lejana constelación donde alguna vez vivió.

Una de las grandes escritoras de Chile y Latinoamérica, construyó una escritura en los límites del lenguaje y la vida, nos propuso una estética de la cotidianidad con la fuerza de las grandes artistas, sus palabras estaban llenas de orillas e imágenes de pájaros que inundaban el mundo con sus graznidos de ausencia. Así era ella, transformaba la realidad para hacerla más digna de ser gozada.

Alone la comparó con Vicente Huidobro; Enrique Lihn decía que era una de las pocas artistas con voz propia en nuestro país; Pablo de Rokha consideraba que era la Estrella (como su nombre) de la literatura chilena después de la mitad del siglo XX. Compartió la bohemia de los años 50 en Il Bosco, y otros espacios de la época, en recitales memorables en el Parque Forestal junto a Pablo Neruda, Francisco Coloane, Carlos Droguet, el mítico Chico Molina, Luis Oyarzún, Humberto Díaz Casanueva, Nicanor Parra, Teófilo Cid, Alberto Romero, Diego Muñoz, Andrés Sabella, Volodia Teitelboim, Alejandro Jodorowsky, Jorge Millas, Martín Cerda, Luis Sánchez Latorre, Mario Ferrero, Mario Rojas Lobos, Cecilia Casanova, Eliana Navarrro, José Miguel Vicuña, María Elena Gertner y muchos otros colegas.

Por nuestra parte, la conocimos a fines de los años 70 en casa de la poeta y fotógrafa Leonora Vicuña. Celebramos el cumpleaños de alguien. Estaba Jorge Teillier, Germán Arestizábal, José María Memet, Ramón Díaz Eterovic, Álvaro Ruiz, Verónica Poblete, Bárbara Martinoiya, Rolando Cárdenas, y otros fantasmas amigos de la época. Allí nos contó de su vida en Santiago, de cómo a los 16 años le escribió un poema al Traidor González Videla, al igual que Neruda. "A los 16 años uno se equivoca, me dijo", mientras bailábamos una polka y brindamos por una amistad que se prolongó hasta el día de su muerte. Habíamos leído "Razón de mi ser"(1949); "Sinfonía del hombre fósil"(1953); "Tiempo, medida imaginaria" (1959), libros fundamentales pero absolutamente desconocidos.

Le gustaba recitar "Los motivos del lobo", de Rubén Darío, ciertos versos de "Las Flores del Mal" de Baudelaire y solía inventar poemas de autores inexistentes con los cuales se burlaba de sus auditorios. Dura Stella, le decíamos y ella se reía como una niña grande que hace maldades.

Nos propuso una estética de la fuerza contra la adversidad. Nadie como ella la vivió en carne propia. Ignorada por su partido, el Partido Socialista, por academias y círculos literarios fue, sin duda, la más grande de todas. Admirada, hermosa, arrogante, estuvo ajena al poder y la gloria. Pudo haber sido Agregada Cultural de nuestro país en cualquier rincón de la tierra, pero su actitud crítica, mordaz, llena de entusiasmo y sabiduría le impidieron muchos honores de parte de las instituciones del Estado de su propio país. Sin embargo, fue reconocida por sus pares, y este jueves 15 de junio fue homenajeada por los artistas chilenos. Nunca habíamos visto a tanto poeta junto nos dijo una escritora amiga. Discursos de la Sociedad de Escritores de Chile, lecturas de amigas y amigos, actores, músicos, titiriteros, niños poetas, cineastas, escritores de la más diversa animalidad y especie se dieron cita para darle la despedida final. Su legado será eterno. Habrá que solicitarle a las autoridades construír una plaza con su nombre o tal vez un parque donde puedan llegar los jóvenes -quienes más la lloraron- a leer sus versos, a enamorarse en primavera con sus textos de "Los dones previsibles" donde habla de la nostalgia como ríos azules que se dibujan en los ojos del cielo. Los autores cubanos la incluyeron en su Colección de Clásicos de nuestra poesía universal junto a Mallarmé y Dylan Thomas; publicada en Argentina, EEUU, Perú, Colombia, aquí en nuestra Patria Feliz del Edén, recibió, como todos los grandes artistas, como Gabriela Mistral, el Pago de Chile. Su obra se encuentra en el portal de "www. google.com".
ADIOS COLORINA, MAGA Y DIOSA, TE QUEREMOS, DESCANSA EN PAZ.
Aristóteles España
 Junio 2006